lunes, 16 de octubre de 2017

TORTOLA VALENCIA: HOY SERIA LLAMADA "LA DISRUPTIVA"






"Nunca debiera encerrarse la danza en los estrechos límites de un tema preciso y definido. Hay un estilo que puede llamarse natural, ya que no es producto ni de la ciencia ni de la reflexión si no de la inspiración que brota desafiando todas las reglas, todos los convencionalismos"


Carmen Tórtola Valencia, conocida como Tórtola Valencia (Sevilla, 18 de junio de 1882-Barcelona, 13 de febrero de 1955), fue una bailarina española.

Especialista en danzas orientales, se interesó sobre todo por las danzas africanas, árabes e indias, que reinterpretó a su modo, investigando en todo tipo de bibliotecas; en cierto sentido llevó la antropología a la danza; su versatilidad como bailarina quedó sin embargo probada a lo largo de su vida.

Su fama trascendió los límites profesionales a causa de sus innumerables amantes (gobernantes y escritores de renombre), por su belleza andaluza de ojos verdes (fue considerada una de las mujeres más bellas de Europa) y por sus extensos conocimientos fruto de sus numerosos viajes y su pasión por la vida. Es conocida por varias obras descatadas. 

Danza de Anitra La exuberancia hecha danza. Uno de los bailes emblemáticos de la bailarina Carmen Tórtola Valencia, figura estelar de los primeros años del siglo XX.

Danza de la Serpiente La legendaria fama que adquirió en su tiempo la bailarina Carmen Tórtola Valencia fue debida a composiciones tan originales como esta danza.

La Danza Del Incienso En esta danza, la bailarina Tórtola Valencia mezclaba el exotismo oriental con la moda modernista imperante en la época, dando lugar a una síntesis que sugería la libertad original, primitiva.

Otras Obras Destacadas: La Bayadera, Danza Africana y Danza Arabe.


Vida Artistica 

Su primera aparición pública fue en 1908 en el Gaity Theatre de Londres como parte del espectáculo Habana. La muerte de su tutor en 1906 la dejó en la más absoluta ruina. Tórtola contempló sus posibilidades y decidió que, puesto que la opción de contraer un matrimonio de interés coartaba su libertad, no le quedaba más remedio que vivir de lo único que sabía hacer: bailar. 

Poco después, en 1908, debutó en el Gaiety Theater de Londres con el musical Habana, donde se presentó como la Bella Valencia. Por entonces, era una jovencita de cara redonda y formas opulentas, que no dudaba en explotar sus orígenes españoles en números falsamente folclóricos.

Su independencia y vida desenvuelta fue sentida como una amenaza para los valores tradicionales de la sociedad española. Fue una pionera de la liberación de la mujer, como Isadora Duncan, Virginia Woolf o Sarah Bernhardt. Era budista y vegetariana, fue morfinómana y abogó por la abolición del corsé que impedía el libre movimiento femenino. Aunque tuvo numerosos amantes masculinos, sobre todo intelectuales, vivió la mayor parte de su vida con una mujer, Ángeles Magret Vilá, a la que adoptó como hija para guardar las apariencias. Quizá por ello defendió a capa y espada su intimidad y se destila de sus orígenes cierto misterio. Actuó también en Venezuela, Bolivia y Cuba y decidió abandonar la danza el 23 de noviembre de 1930 en Guayaquil, Ecuador.

En 1931 se declaró republicana catalana y marchó a Barcelona con Ángeles. Dedicó los últimos años de su vida a coleccionar grabados y estampas y se inició en el budismo. Murió el 15 de marzo de 1955 en su casa de Sarriá y está enterrada en el cementerio de Pueblo Nuevo de Barcelona. Creó la Danza del incienso, La bayadera, Danza africana, Danza de la serpiente y Danza árabe. Aparece como personaje en la novela Divino de Luis Antonio de Villena, y Ramón López Velarde le dedicó el poema Fábula dística. Prestó su imagen para el perfume "Maja" de la conocida casa de cosméticos Myrurgia.

Su contribución al arte de la danza consistió en una sensibilidad y orientación estética que ponían de manifiesto la sensualidad del cuerpo. La danza moderna, calificada entonces de irreverente por natural, respondía a sus ideales modernistas empapados de filosofías orientales.

Bautizada por Rubén Darío como la "bailarina de los pies desnudos"
Llevaba 25 años retirada en su casa del barrio barcelonés de Sarriá, sin más aparición pública que una puntual entrevista radiofónica en 1943 que también recogió la prensa. Para justificar su retirada en pleno triunfo, aseguró que el motivo no era otro que una promesa cuando Ángeles enfermó gravemente en 1930. La realidad era muy distinta. Tórtola Valencia fue lo suficientemente inteligente como para retirarse a tiempo. La eclosión del Art-déco, el cine sonoro o las nuevas bailarinas que alejaban sus danzas de los gustos del público. Cierto que contaba con seguidores incondicionales, pero era consciente de que su arte era el de la curva sinuosa, el barroquismo en los tejidos, los brillos, los oropeles… Una estética que, definitivamente, había periclitado.








Refugiada en su casa de Barcelona, vivió su época más serena dedicada a la pintura y al coleccionismo, entre antigüedades, cuadros y álbumes de sellos, y el recuerdo omnipresente de su triunfo escénico. Culta, refinada, libre y ególatra. Prodigiosa en el escenario y celosa de su intimidad. Ésa fue Tórtola Valencia. Una de las mujeres más fascinantes de su tiempo.


Cuatro poesías inspiradas en sus movimientos

 Iba en un paso rítmico y felino / a avances dulces, ágiles o rudos, / con algo de animal y de felino... / La bailarina de los pies desnudos / Su falda era la falda de las rosas, / en sus pechos había dos escudos... / constelada de casos y de cosas... / La bailarina de los pies desnudos. / Bajaban mil deleites de los senos / hacia la perla hundida del ombligo, / e iniciaban propósitos obscenos / azúcar de fresa y miel de higo. / A un lado de la silla gestatoria / estaban mis bufones y mis mudos... / ¡Y era toda Selene y Anactoria / la bailarina de los pies desnudos!
Rubén Darío, 1912

Las manos de Tórtola / Tus manos son cual dos palomas blancas / de tu hermosura en el radiante cielo / porque el poder de tus miradas francas / las detuvo en su vuelo. / Senderos son de gloria / tus dos brazos / y son tus manos / mágicas y bellas, / de esas dos cintas de sutiles lazos / dos broches de estrellas. / Son terribles, sagradas y piadosas: / con tus uñas clavadas en mi cuello / moriría, creyendo que dos rosas / con sus espinas fieras y celosas / señalaban mi muerte con el sello / de las muertes gloriosas.

Pío Baroja, 1914


Tiene al andar la gracia del felino, / es toda llena de profundos ecos, / anuncian sus corales y sus flecos / un sueño oriental de lo divino. / Los ojos negros, cálidos, astutos, / triste de ciencia antigua la sonrisa, / y la falda de flores una brisa / de índicos y sagrados institutos. / Cortó su mano en un jardín de Oriente / una manzana del árbol prohibido / y enroscada a sus senos la serpiente / devora la lujuria de un sentido sagrado / Mientras, en la tiniebla transparente / de sus ojos, la luz pone un silbido.

R. M. del Valle-Inclán, 1922


Un fuego de rubíes todo tu cuerpo inflama / diríase que sangre te corre por sudor... / La pasión de tus ojos ha encendido su llama / y toda tú te abrazas en un fuego de amor... / Si Salomé volviese de los infiernos rojos / (donde es flor de las llamas su ardiente corazón) al sentir en sus ojos el fuego de tus ojos / diría que el infierno está en tu corazón. / Y luego, cuando viese tu danza de los velos / sentiría el tormento del fuego de los celos / y en vez de la sangrienta cabeza de Johanan / ¡Pediría tu alma al Tetrarca Satán!


R. Gómez de la Serna, 1925.



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